domingo, noviembre 28, 2004

La purificación del Santuario

“¿Hasta cuándo durará la visión [...]? Y él dijo: Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado” (Dan. 8:13, 14)

¿Por qué motivo el Santuario necesita una purificación? ¿Por qué debe comprenderse los 2.300 días como un tiempo profético? ¿Por qué creemos que el Juicio en Daniel 7 es idéntico a la purificación del Santuario en Daniel 8? ¿Por qué el emplazamiento del Santuario de Daniel 8 debe estar en el cielo y no sobre la tierra? ¿Qué sucede cuando se purifica el Santuario?.


Sábado 27 de Noviembre

MUCHOS CRISTIANOS CREEN QUE DANIEL 8 se cumplió en los días del rey sirio Antíoco Epífanes (segundo siglo a.C.), al que identifican con el cuerno pequeño. Algunos ven también a este rey como un tipo de un anticristo futuro, que primero hará un pacto con los judíos y luego se volverá contra ellos. Como adventistas del séptimo día, debemos rechazar con toda energía estas interpretaciones por muchas razones, una de las cuales es que, desde el punto de vista histórico, no se pueden aplicar a aquel monarca las descripciones que se dan del poder del cuerno pequeño. En cambio, sobre la base del principio de interpretación historicista, que sostiene que las profecías se cumplen a lo largo de la historia (como lo requieren los textos mismos de Daniel), creemos que Daniel 8:9-14 se refiere al gran conflicto entre Cristo y Satanás; específicamente, la batalla espiritual entre el plan divino de salvación y el sistema sustituto, falsificado, del cuerno pequeño, todo lo cual terminará al momento de la segunda venida de Cristo.

Notas de Elena White

Sábado 27 de Noviembre


Cada alma es preciosa porque ha sido adquirida mediante la preciosa sangre de Jesucristo. Algunos hablan de la época judaica como un período sin Cristo, sin misericordia ni gracia. A los tales se aplican las palabras que Cristo dirigió a los saduceos:

"Erráis ignorando las Escrituras, y el poder de Dios" (S. Marcos 12:24). Durante el período de la dispensación judaica se manifestó maravillosamente el poder divino.

La sangre del Hijo de Dios era simbolizada por la de las víctimas inmoladas, y Dios quería que tuvieran ideas claras y definidas para distinguir entre lo sagrado y lo común. La sangre era sagrada, porque sólo mediante el derramamiento de la del Hijo de Dios podía haber expiación por el pecado. También se empleaba la sangre para purificar el santuario de los pecados del pueblo, para representar de este modo el hecho de que la sangre de Cristo únicamente puede purificar del pecado.

Nuestro Salvador declara que trajo del cielo el don de la vida eterna. Habría de ser elevado en la cruz del Calvario para traer a todos los hombres a sí mismo. ¿Cómo trataremos entonces la herencia adquirida por Cristo? Debiera manifestarse la ternura, aprecio, bondad, simpatía y amor. Entonces podremos trabajar para ayudar a los demás. En esta obra entra en juego más que una fraternidad humana. Tenemos la exaltada compañía de los ángeles celestiales. Cooperan con nosotros en la obra de iluminar a los encumbrados y a los humildes (La maravillosa gracia de Dios, p. 55).


Domingo 28 de noviembre: La purificación del santuario del Antiguo Testamento

...Los pecados de Israel eran transferidos así al santuario, y se hacía necesario un servicio especial para eliminarlos. Dios mandó que se hiciera una expiación por cada uno de los departamentos sagrados...

Una vez al año, en el gran día de las expiaciones, el sacerdote entraba en el lugar santísimo para purificar el santuario. El servicio que se realizaba allí completaba la serie anual de los servicios. En el día de las expiaciones se llevaban dos machos cabríos a la entrada del tabernáculo y se echaban suertes sobre ellos, "la una suerte para Jehová y la otra para Azazel". El macho cabrío sobre el cual caía la suerte para Jehová debía ser inmolado como ofrenda por el pecado del pueblo. Y el sacerdote debía llevar velo adentro la sangre de aquél y rociarla sobre el propiciatorio y delante de él. También había que rociar con ella el altar del incienso, que se encontraba delante del velo...

Toda la ceremonia estaba destinada a inculcar a los israelitas una idea de la santidad de Dios y de su odio al pecado; y además hacerles ver que no podían ponerse en contacto con el pecado sin contaminarse. Se requería de todos que afligiesen sus almas mientras se celebraba el servicio de expiación. Toda ocupación debía dejarse a un lado, y toda la congregación de Israel debía pasar el día en solemne humillación ante Dios, con oración, ayuno y examen profundo del corazón (El conflicto de los siglos, pp. 471,472).

El día de la expiación, se llevaban dos machos cabríos a la puerta del tabernáculo, y se echaba suerte sobre ellos, "la una suerte por Jehová, y la otra suerte por Azazel". El macho cabrío sobre el cual caía la primera suerte debía matarse como ofrenda por el pecado del pueblo. Y el sacerdote había de llevar la sangre más allá del velo, y rociarla sobre el propiciatorio. "Y limpiará el santuario, de las inmundicias de los hijos de Israel y de sus rebeliones, y de todos sus pecados; de la misma manera hará también al tabernáculo del testimonio, el cual reside entre ellos en medio de sus inmundicias".

"Y pondrá Aarón ambas manos suyas sobre la cabeza del macho cabrío vivo, y confesará sobre él todas las iniquidades de los hijos de Israel, y todas sus rebeliones, y todos sus pecados, poniéndolos así sobre la cabeza del macho cabrío, y lo enviará al desierto por mano de un hombre destinado para esto. Y aquel macho cabrío llevará sobre sí todas las iniquidades de ellos a tierra inhabitada; y dejará ir el macho cabrío por el desierto" (Levítico 16:5-22). Sólo después de haberse alejado al macho cabrío de esta manera, se consideraba el pueblo libre de la carga de sus pecados. Todo hombre había de contristar su alma mientras se verificaba la obra de expiación. Todos los negocios se suspendían, y toda la congregación de Israel pasaba el día en solemne humillación delante de Dios, en oración, ayuno y profundo análisis .del corazón (Patriarcas y profetas, pp.368, 369).


Lunes 29 de noviembre: Hasta dos mil y trescientos días

"Y él dijo: Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado"(Daniel 8:14).

Debemos ser fervientes estudiosos de la profecía; no debiéramos descansar hasta entender plenamente el tema del santuario, que aparece en las visiones de Daniel y de Juan. Este asunto esparce mucha luz sobre nuestro punto de vista actual y nuestra obra, y nos da una prueba irrefutable de que Dios nos ha dirigido en nuestra experiencia pasada. Explica nuestra desilusión de 1844, pues nos muestra que el santuario que debía ser purificado no era la tierra, como habíamos supuesto, sino que Cristo entró entonces en el lugar santísimo del santuario celestial, y allí está realizando la obra final de su misión sacerdotal, en cumplimiento de las palabras que el ángel dirigió al profeta Daniel.

Se había comprobado que los 2. 300 días principiaron cuando entró en vigor el decreto de Artajerjes ordenando la restauración y edificación de Jerusalén, en el otoño del año 457 AC. Tomando esto como punto de partida, había perfecta armonía en la aplicación de todos los acontecimientos predichos en la explicación de ese período hallada en Daniel 9:25-27... Las setenta semanas, o 490 años, les correspondían especialmente a los judíos. Al fin del período, la nación selló su rechazamiento de Cristo con la persecución de sus discípulos, y los apóstoles se volvieron hacia los gentiles en el año 34 de nuestra era. Habiendo terminado entonces los 490 primeros años de los 2.. 300, quedaban aún 1. 810 años. Contando desde el año 34, 1. 810 años llegan a 1844. "Entonces —había dicho el ángel— será purificado el santuario" (¡Maráñala: El Señor viene! p. 245).


Martes 30 de noviembre: El santuario celestial

Así como el santuario terrenal edificado por Moisés de acuerdo con el modelo que se le mostró en el monte, el templo de Salomón, con todos sus servicios, era un "símbolo para el tiempo presente, según el cual se presentan ofrendas y sacrificios"; sus dos compartimientos sagrados eran "figura y sombra de las cosas celestiales". Cristo, nuestro gran Sumo Sacerdote, es un "ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre" (Hebreos 8:2) (Cristo en su santuario, p. 49).

Cuando en visión se le mostró al apóstol Juan el templo de Dios que está en el cielo, vio que allí "ardían siete lámparas de fuego". Vio también a un ángel "con un incensario de oro; y se le dio mucho incienso para añadirlo a las oraciones de todos los santos sobre el altar de oro que estaba delante del trono" (Apocalipsis 4:5; 8:3). Se le permitió al profeta contemplar el lugar santo del santuario celestial; y vio allí "siete lámparas de fuego ardiendo" y "el altar de oro", representados por el candelero de oro y el altar del incienso o perfume en el santuario terrenal. Nuevamente "el templo de Dios fue abierto en el cielo" (Apocalipsis 11:19), y vio el lugar santísimo detrás del velo interior. Allí contempló "el arca del testamento", representada por el arca sagrada construida por Moisés para guardar la ley de Dios (Cristo en su santuario, pp. 42, 43).

En el servicio del tabernáculo terrenal, que servía "de mera representación y sombra de las cosas celestiales", este departamento sólo se abría en el gran día de la expiación para la purificación del santuario. Por consiguiente, la proclamación de que el templo de Dios fue abierto en el cielo y fue vista el arca de su pacto, indica que el lugar santísimo del santuario celestial fue abierto en 1844, cuando Cristo entró en él para consumar la obra final de la expiación. Los que por fe siguieron a su gran Sumo Sacerdote cuando dio principio a su ministerio en el lugar santísimo, contemplaron el arca de su pacto (Cristo en su santuario, p.122).

El santuario que está en el cielo, en el cual oficia Jesús en nuestro favor, es el gran original, del cual el santuario construido por Moisés era una copia. Así como el santuario terrenal tenía dos compartimentos, el lugar santo y el lugar santísimo, también hay dos lugares santos en el santuario celestial. Y el arca que contenía la ley de Dios, el altar del incienso y otros instrumentos de servicio que encontramos en el santuario terrenal, tenían su contraparte en el santuario celestial. En santa visión se le permitió al apóstol Juan entrar en los cielos, y allí vio el candelabro y el altar del incienso, "y el templo de Dios fue abierto", y él vio "el arca de su pacto" (Apocalipsis 4:5; 8:3; 11:19) (La historia de la redención, p. 395).


Miércoles 1 de diciembre: ¿Hasta cuándo?

Cristo fue el Cordero muerto desde la fundación del mundo. Para muchos ha sido un misterio el que se necesitaran tantas ofrendas de sacrificio en la antigua dispensación, el por qué tantas víctimas sangrantes fueron llevadas al altar. Pero la gran verdad que debía mantenerse delante de los hombres, e imprimirse en su mente y corazón, era ésta; "Sin derramamiento de sangre, no se hace remisión" (Hebreos 9:22). En cada sacrificio sangrante estaba simbolizado el "Cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (S. Juan 1:29). Cristo mismo fue el originador del sistema de culto judío, en el cual mediante símbolos, se exponían las cosas espirituales y celestiales...

Actualmente vivimos en un tiempo cuando el símbolo ha encontrado su realidad en la ofrenda de Cristo por los pecados del mundo; estamos viviendo en un día de luz abundante, y sin embargo, cuan pocos se benefician con la grandiosa e importante verdad de que Cristo ha realizado un amplio sacrificio para todos. En la ofrenda que Cristo hizo de sí mismo, satisfizo toda la justicia requerida, y "¿cómo escaparemos nosotros, si tuviéremos en poco una salud tan grande?" (Hebreos 2:3). Aquellos que rechazan el don de la vida no tendrán excusa.

Gracias a Dios que Aquel que derramó su sangre por nosotros, vive para defenderla; vive para hacer una intercesión por cada alma que lo recibe. "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para que nos perdone nuestros pecados, y nos limpie de toda maldad" (1 Juan 1:9). La sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado. Tiene un lenguaje mejor que la sangre de Abel, porque Cristo está vivo para interceder por nosotros. Siempre necesitamos mantener delante de nosotros la eficacia de la sangre de Jesús. Esa sangre que limpia la vida y la sostiene, de la cual podemos apropiarnos por la fe viva, es nuestra esperanza. Nuestro aprecio de su inestimable valor debe ir en aumento continuo, porque habla por nosotros únicamente cuando, mediante la fe, reclamamos su virtud, manteniendo la conciencia limpia y en paz con Dios. Se la representa como la sangre perdonadora, inseparablemente conectada con la resurrección y la vida de nuestro Redentor, ilustrada por la corriente constante que procede del trono de Dios, el río de agua de vida (Nuestra elevada vocación, p. 49).

La divinidad y la humanidad se reunieron en Cristo: el Creador y la criatura. La naturaleza de Dios, cuya ley había sido transgredida, y la de Adán, el transgresor, se conjugaron en Jesús: el Hijo de Dios e Hijo del Hombre. Después de pagar el precio de la redención con su propia sangre, después de pasar por la experiencia humana, habiéndose enfrentado con la tentación y habiéndola vencido en beneficio del hombre, y después de haber sufrido la vergüenza y la culpabilidad y la carga del pecado a pesar de que él nunca cometió pecado alguno, llegó a ser el Abogado y el Intercesor de los seres humanos. ¡Qué seguridad es ésta para el alma tentada y esforzada! ¡Qué seguridad para el universo que observa, saber que Cristo será un Sumo Sacerdote fiel y misericordioso! (Exaltad a Jesús, p. 339).

En la cruz, Cristo no sólo mueve a los hombres al arrepentimiento hacia Dios por la transgresión de la ley divina (pues Dios induce primero al arrepentimiento a aquel a quien perdona), sino que Cristo ha satisfecho la justicia. Se ha ofrecido a sí mismo como expiación. Su sangre que mana abundantemente, su cuerpo quebrantado, satisface las demandas de la ley violada y así salva el abismo que ha producido el pecado. Sufrió en la carne para que con su cuerpo magullado y quebrantado pudiera cubrir al pecador indefenso. La victoria que ganó con su muerte en el Calvario destruyó para siempre el poder acusador de Satanás sobre el universo y silenció sus acusaciones de que la abnegación era imposible en Dios y, por lo tanto, no era esencial en la familia humana (La maravillosa gracia de Dios, p. 153).


Jueves 2 de diciembre: El santuario será purificado

A medida que los libros de memoria se van abriendo en el juicio, las vidas de todos los que hayan creído en Jesús pasan ante Dios para ser examinadas por él. Empezando con los que vivieron los primeros en la tierra, nuestro Abogado presenta los casos de cada generación sucesiva, y termina con los vivos.

Cada nombre es mencionado, cada caso cuidadosamente investigado. Habrá nombres que serán aceptados, y otros rechazados. En caso de que alguien tenga en los libros de memoria pecados de los cuales no se haya arrepentido y que no hayan sido perdonados, su nombre será borrado del libro de la vida, y la mención de sus buenas obras será borrada de los registros de Dios. El Señor declaró a Moisés: "Al que haya pecado contra mí, a éste borraré de mi libro". (Éxodo 32:33, Y M. ). Y el profeta Ezequiel dice: "Si el justo se apartare de su justicia, y cometiere maldad... todas las justicias que hizo no vendrán en memoria" (Ezequiel 18:4).

A todos los que se hayan arrepentido verdaderamente de su pecado, y que hayan aceptado con fe la sangre de Cristo como su sacrificio expiatorio, se les ha inscrito el perdón frente a sus nombres en los libros del cielo; como llegaron a ser partícipes de la justicia de Cristo y su carácter está en armonía con la ley de Dios, sus pecados serán borrados, y ellos mismos serán juzgados dignos de la vida eterna. El Señor declara por el profeta Isaías:

"Yo, yo soy aquel que borro tus transgresiones a causa de mí mismo, y no me acordaré más de tus pecados" (Isaías 43:25, V M. )• Jesús dijo: "El que venciere, será así revestido de ropas blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, sino confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus santos ángeles". "A todo aquel, pues, que me confesare delante de los hombres, le confesaré yo también delante de mi Padre que está en los cielos. Pero a cualquiera que me negare delante de los hombres, le negaré yo también delante de mi Padre que está en los cielos" (Apocalipsis 3:5; S. Mateo 10:32, 33, V M.) (El conflicto de los siglos, pp. 536, 537).

"Para que sean manifestados los pensamientos de muchos corazones". A la luz de la vida del Salvador, el corazón de cada uno, aun desde el Creador hasta el príncipe de las tinieblas, será revelado. Satanás presentaba a Dios como un ser egoísta y opresor, que lo pedía todo y no daba nada, que exigía el servicio de sus criaturas para su propia gloria, sin hacer ningún sacrificio para su bien. Pero el don de Cristo revela el corazón del Padre. Testifica que los pensamientos de Dios hacia nosotros son "pensamientos de paz, y no de mal". Declara que aunque el odio que Dios siente por el pecado es tan fuerte como la muerte, su amor hacia el pecador es más fuerte que la muerte. Habiendo emprendido nuestra redención, no escatimará nada, por mucho que le cueste, de lo que sea necesario para la terminación de su obra. No se retiene ninguna verdad esencial para nuestra salvación, no se omite ningún milagro de misericordia, no se deja sin empleo ningún agente divino. Se acumula un favor sobre otro, una dádiva sobre otra. Todo el tesoro del cielo está abierto a aquellos a quienes él trata de salvar. Habiendo reunido las riquezas del universo, y abierto los recursos de la potencia infinita, lo entrega todo en las manos de Cristo y dice: Todas estas cosas son para el hombre. Úsalas para convencerlo de que no hay mayor amor que el mío en la tierra o en el cielo. Amándome hallará su mayor felicidad (El Deseado de todas las gentes, p. 39).